¿Quién no ha visto alguna vez a un toro de cerámica, bien plantado, de ojos insanos y viscos, lengua larga, dotado de cuernos dorados y figuras espirales, semejante a caracoles?

Se trata del famoso Torito de Pucará, una representación de la influencia española en el sector surandino, destinado -normalmente- a ocupar los techos de las casitas puneñas y cuzqueñas y servir como tótem de fertilidad y buena suerte.

La historia de este ornamento nos retrotrae a la época de la conquista, cuando los españoles llegaron a caballo al pueblo de Pucará en el departamento de Puno. Los pueblerinos, un día, realizaban como de costumbre sus fiestas de pago a la tierra y el despotismo invasor incluyó a la fuerza al toro pintado y ensillado, hostilizado hasta el hartazgo con picante en la nariz; el pobre animal estiraba su lengua para poder sosegar su irritación. Este hecho sugirió una actitud burlesca por parte de los pucareños, perennizando la imagen en la arcilla cocida.

Procedencia real y mito

Es un error afirmar que esta figura de cerámica proviene estrictamente de Pucará; lo correcto sería reconocer como punto de creación a la provincia de Pupuja, distrito de Azángaro, Puno. Sin embargo, ¿Por qué se le llama Torito de Pucará, si no surgió de allí, precisamente? La respuesta es simple: los artistas de Chepa Pupuja decidieron que las ventas de sus trabajos se realicen en la estación ferroviaria de Pucará; he allí la confusión.

Otra vertiente, propuesta por Edilburgo Castillo, sostiene que la procedencia recae en el mito del toro y la lluvia. En resumen: «Un campesino indígena, doblegado por la sequía en Pucará, decidió rendir tributo a Pachacámac, llevando un toro al peñón para pedir lluvia abundante. El toro se resistió a subir y, en uno de sus embates, resquebrajó una roca enorme con sus cuernos. Asombrosamente brotó agua y toda la población lo agradeció. De allí en adelante, los fieles al mito colocan dos toritos en las techumbres de sus casas.

Simbolismo totémico

Inicialmente, los Toritos de Pucará eran de color blanco y nogal (parecido a la madera o al marrón claro), no obstante, por fines turísticos y comerciales, fueron tomando otras tonalidades carnavalescas -de connotaciones diferentes, como revisaremos-. Por ejemplo, el negro simboliza el ego y los defectos psíquicos, también la protección contra la envidia; el azul, agua y abundancia; el verde, la prosperidad económica; el naranja, la diversión y el jolgorio; y el rojo, la fertilidad y el amor al hogar.

A su vez, esta cerámica está compuesta de elementos con sentido propio:

  • El orificio en el coxis representa la fecundación.
  • El asa simboliza el flujo de la potencia sexual.
  • La lengua se relaciona con las buenas costumbres en el habla.
  • Las figuras en forma de caracol representan el espiral ascendente y descendente de la vida.

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